Cuando olemos algo, los receptores en nuestra nariz se conectan directamente con una parte del cerebro llamada el cerebro límbico, que controla las emociones, los recuerdos y los sentimientos de bienestar.
Así es como lo explica Pam Scholder Ellen, profesora de Marketing en la Universidad Estatal de Georgia:
Con nuestros otros sentidos pensamos antes de reaccionar, pero con el olfato, el cerebro responde antes de que pensemos.